LA PROSTI

En ese cielo trucado de colores se paseaba Amanda, una joven astuta que acepta el conocimiento de una breve y alocada simpatía. A veces juega a la casería, otras simplemente es deshonrada en noches heladas, esclavizándola en camas donde se esconden uno y mil demonios. Aun así, se siente cómoda, satisfecha, llena de placer. ¿Quién podrá romper las cadenas que, con garras, desgarran su alma, enterrándola en las profundidades del oscuro océano rojo?

El velo que usó en su vida pasada no cita recuerdos que frenen su locura. Su aura está opaca, no brilla, y ni siquiera brinca de emociones por los piropos del poeta. Si marchara con su túnica negra entre los jardines de doña Petra, esas flores morirían al instante por la pista de muerte que lleva encima. Cuando voltee su rostro, apreciará el crimen feroz que tiñe sus ojos.

Doña Petra sacaría un grito amargo de lo más profundo de su cielo blanco. Atacaría con toda su santidad hasta que Amanda cayera de rodillas. La ataría de pies y manos. Luego la cargaría con cautela, respetando lo frágil que está. Se la echaría en los hombros para llevarla a su radiante aposento. Allí la bañaría junto a sus polluelos. Le pondría ropa elegante del mejor diseñador de su majestuoso reino. Sus perlas de zafiro son capaces de conquistar a su verdadero príncipe. De cada una de ellas emana un dulce olor a vida.

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