en El orfanato mis hijos nacen sin piernas


Soldados Sigiloso

Mis ojos rojos me conducen a una zona oscura, donde los lobos ya no maúllan en esta pasión que se encalla; solo los que callan avanzan con sus botas amarradas. La noche es larga y estrellada. Más allá de tu mundo imaginario, existe un soldado sigiloso que te observa. Te lo digo claramente: eres tonto y un poco retrasado para entender lo básico del juego. Los egos se miden en una balanza, pendejo. Voy a darte una bala para tu locura, una cura para la amargura que abruma tu cerebro.


Cielo Frío

No significo nada para ti; mi razonamiento es el apetito de un mundo vacío, donde las nubes te han arrastrado a un estado frío, donde el sol no bendice tu deseo sexual. Soy la última chispa en los ojos de mis enemigos, esa justicia que brilla tanto de día como de noche. Me llaman el lápiz volado, el loco que rompe corazones, así que ten cuidado: caminamos sobre el filo de mi navaja, esa misma que los periódicos señalan con temor.


El Futuro Está en Ellos

Sé discreto a la hora de hackear tu tiempo; mira que es veloz y ejecuta en silencio... le llaman la perfección del universo. El pequeño Brezzo buscaba con su mirada, confundido, sin saber si aquella voz era un espíritu o simplemente una pesadilla. Se levantó de la cama e hizo lo típico que cualquier persona hace: beber agua, que su corazón le pedía a gritos. Caminó hacia la ventana y la abrió, observando la ciudad aún con varias luces encendidas. "Pobres muertos de hambre", pensó, "debería haber más gente como yo". Se giró y siguió hacia la cocina, donde preparó su desayuno. Sobre la mesa del comedor, una revista de nuevos escritores decía: "El futuro está en ellos". "Vaya mierda", dijo con la boca llena.

Café y Balas

Los casquillos en la acera dibujaron la escena que se tatuó en el cuerpo inerte de ese pobre joven. Los curiosos murmuraban, mientras yo bebía un café con el oficial de turno. La ciudad seguía su curso indiferente, ajena al drama que apenas merecía un suspiro en los titulares de mañana.


 Leones y Soldados

Hoy me ves y mañana no me verás más; surco la montaña que tengo de frente cuando quiera y ahogo al pescado en lo profundo de su propia agua. Mis pensamientos son flores en un bosque fértil donde las aves vuelan, descansan y se alimentan, engendrando hijos fuertes y sabios. Solo los que nacieron para ser soldados pueden pisar estos pasos, esos leones con corazones infinitos que comprenden el secreto que guarda la bala al repartir su juicio.


Imágenes Implacables

La vida de Julio quedó marcada por la depresión. La culpa lo envolvía; cada día, la imagen de su hermana implorando auxilio resonaba en su cabeza, acompañada por la inconfundible cara de Mario. Tres años habían pasado desde aquel día fatídico, y aún así, no había perdido la esperanza. En medio de la tortura de su mente, un débil hilo de fe seguía atado a la posibilidad de encontrarla con vida, aferrándose a la luz que podía brotar del dolor.


Díaz rojos

El veneno de mis enemigos permanece dormido, como momias eternas en el olvido, mientras yo no puedo olvidar la tragedia de aquellos días rojos. La paz huyó, como una gacela, por la ventana de la abuela del vecino. Aquel día, los aviones circularon voraces alrededor de las costas, bombardeando a un pueblo inocente que solo deseaba vivir en armonía. Sus misiles, cargados de mentiras, traen consigo una justicia torcida, como una moneda que siempre cae en la misma esquina. Para algunos, son drogas que proporcionan una falsa ilusión; para otros, son lágrimas que se derraman como ríos por las mejillas de aquellos que sufren. Los soldados, feroces y desalmados, gritan desde sus tronos de poder, sintiendo el placer de destrozar mientras el dolor y la desesperanza se apoderan del pueblo, dejando cicatrices que jamás sanarán.

El Quiebre de Nuestro Cielo

Entiendo que mis ilusiones, al lado tuyo, se tornan realidad, pero es mi amor el que quiebra esa conexión. Reconozco el dolor que he causado en tu corazón, y no ignoro el quebranto económico que ha dejado mis pasos. Que mil rayos partan el cielo que nos divide; así pagaré por cada fragmento de tu felicidad perdida.


 El Juego Del Amor

No me dramatices el juego del amor, mujer bandolera; las melodías del corazón suenan mucho más finas que una guitarra electrónica. Ante el amor, me siento doblegado, enamorado de su pureza y de esa sabiduría impecable, tan dulce, tan elegante. El amor es capaz de enderezar lo torcido, es amable con aquellos que abren su corazón, regalándoles la valentía de un nuevo mundo que tú, mujer bandolera, decidiste rechazar. Enloquecido, vivo pensando en las caricias que podrían brotar de sus brazos; y ni hablar de sus besos, que son una navaja de un solo filo. Sé que muchos han perdido la vida en el intento, y sus almas vagan en la oscuridad; las veo deambular, atemorizadas. Nadie puede contradecirme, porque en la radio se oyen los crímenes a diario. Ellas me susurran que su herida es mortal y yo les respondo: “¿Acaso soy sordo y ciego para un semidiós como yo? Tu amor puede quemar el razonamiento de mi existencia en la tierra.”


Las Ratas Merodean

A las tres de la mañana, el teléfono rompe el silencio del apartamento. Desde el cuarto, el sonido resuena; quien llama parece desesperado. Finalmente, reúno fuerzas para moverme y atiendo.
—¿Aló? —digo, ahogado en un bostezo. Solo una respiración densa llena la línea, seguida de una voz aguda que toma fuerza:
—Tijera, mataron a Nébula.
El silencio se siente pesado y, sin demora, la voz repite, ahora más agitada. Respondo tras un momento.
—¿Dónde estás?
—En su casa.
—Sal de ahí ahora.
—¿Y el cuerpo del colega? ¿Qué hacemos?
—Nada, no somos resucitadores de muertos.

Al colgar, me invade de nuevo la quietud. Estoy ahogado en mis pensamientos sobre lo que sigue, un escalofrío me recorre la espalda al recordar que Nébula no estaba solo la última vez que lo vi. Un crujido en la puerta me hace sentir que tal vez no estoy tan solo después de todo.


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Tengo un millón de segundos para resolver mis problemas, y sólo un segundo para hundir mi mundo en lo profundo del infierno.

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