MELODÍA CRÓNICA

Querido Padre, me estremeces en mi mundo de cicatrices profundas, donde los cuentos de hadas están congelados. Mientras conduzco mi Chevrolet, escucho a aquel que predica tu palabra a través de la radio, diciendo que mañana será un nuevo día. Sin embargo, en la esquina de mi mente, un cuervo grita que no habrá sol que alumbre el valle de muerte en el que camino.

 

Aun así, sigo adelante por este bosque húmedo y oscuro, siguiendo un sendero largo y desconocido. Cada pensamiento pesa más y la fatiga aumenta, mientras las ganas de vivir desaparecen poco a poco. Al detenerme y mirar a través del retrovisor, veo no humanos, ni mucho menos mis hermanos, sino monstruos gigantes a los que he disparado en mi camino.

 

Continúo conduciendo, enfrentándome a obstáculos mientras los árboles secos agitan sus ramas con malicia, rozando la carrocería del vehículo. Admito que el miedo de un caído pasa a mi lado, dejándome un escalofrío en el cuerpo, temblando de frío. Una voz susurra en mi oído, instándome a rendirme y dejar de luchar, diciendo que hay muchos soñadores como yo que han sido vencidos.

 

Sin embargo, la voz de mi espíritu grita aún más fuerte. Utilizo el plomo para ejecutar mi talento en esta plataforma y dar forma a lo que está torcido desde el principio. Anticipo el renacimiento de una victoria y miro hacia adelante. A ti, ciego y desconectado de mi presencia, ha llegado la hora en que la bala de acero cumpla su cometido.

 

El viento sopla fuego del norte y el rocío se convierte en mi espejo. El tiempo, ese viejo sabio, decreta su juicio sobre mi hermano. En ese momento, la voz terrorífica decide mostrar su rostro, revelándose como otro villano, un infeliz tirano. No me queda más remedio que subir el volumen de la radio, mirar hacia afuera nuevamente y escupirle en la cara con mis letras. Me atrevo a pisar con más fuerza el acelerador, y todo lo que queda atrás de mí se convierte en cenizas. Ese humo se convierte en perfume para mi espíritu, que se fortalece sobre las rodillas.

 

A pesar de las sombras y los monstruos que acechan en mi camino, sigo adelante. Mi determinación crece y mi fe en ti no desvanece. Me apoyo en tus enseñanzas y resisto las voces que intentan llenar mi mente de miedo y duda.

 

Seguiré conduciendo, superando obstáculos y enfrentando mis miedos. Cada paso es un desafío, pero con tu amor a mi lado, sé que encontraré la fuerza para seguir adelante. Confío en que cada amanecer traerá consigo nuevas oportunidades y que, con tu guía, superaré cualquier valle de muerte que encuentre en mi camino.


La suerte no existe

Eran las primeras luces del amanecer y una fina cortina de lluvia cubría el paisaje, mientras los cuervos entonaban su melodía tenebrosa, como queriendo anunciar la llegada de un día sombrío. El aire se sentía cargado, casi opresivo, con la sensación de que la muerte había dejado su huella en la noche anterior. Una tragedia se había desatado en el vecindario, un matrimonio cruelmente asesinado tras una disputa entre vecinos. Y sí, conocía bien al perturbador responsable. Hablo de Jimmy, aquel joven problemático con quien compartí una infancia en este mismo barrio. Siempre tuvo una frialdad interna, como si sus sentimientos hubieran sido exterminados al igual que aquel inocente matrimonio.

 

Jimmy, conocido en todo el lugar como el temible Jimmy, tenía un historial delictivo y la cárcel parecía ser su segundo hogar. Pero, paradójicamente, también era conocido como "el hombre de la suerte". Recuerdo que una vez me contó sobre una pelea en un club, en la que se vio envuelto debido a su amigo Edgar, otro villano sin escrúpulos que siempre buscaba problemas en la vida. Edgar pretendía llevarse a la fuerza a una hermosa mujer morena que le había dado una bofetada. Esto generó una cadena de eventos desafortunados y, en medio del caos, Jimmy se vio arrastrado a la contienda. La seguridad del lugar intervino rápidamente, llevándolos a todos a una casa abandonada.

 

En aquel lugar, la violencia se tornó aún más aterradora. Jimmy presenció cómo uno de sus amigos perdía su vida, mientras que al otro lo torturaban con saña. Edgar fue amarrado a una viga y golpeado con un bate, hasta que su cuerpo quedó irreconocible. Luego, prendieron fuego a su desfigurado cadáver. En medio de aquel infierno, Jimmy logró liberarse de sus ataduras, en un acto que pareció obra de la magia. Me contó que sus esposas se abrieron misteriosamente, permitiéndole escapar mientras el hombre encargado de vigilar fumaba un cigarrillo despreocupado. Jimmy aprovechó el momento y, con un movimiento rápido, tomó al hombre desprevenido y le fracturó la garganta con la parte superior de una silla.

 

En ese momento, mientras Jimmy se reía con satisfacción, me dijo que él era un dios. Para él, todo formaba parte de un siniestro juego de azar en el que siempre salía victorioso. Me dijo: "Mike, tu madre te volverá loco con ese cuento de Dios, pero déjame decirte que la verdadera divinidad está en mí. Los hombres se crean de las tinieblas, y no al revés. Para convertirte en uno de nosotros, debes abandonar tus creencias infantiles y abrirte paso en las sombras. Yo encontré mi poder en lo más oscuro de mi ser y, desde entonces, me he convertido en un sol resplandeciente. ¿Sabes cuándo sé que soy un dios? Cuando tomo un bate o una pistola y veo cómo la vida abandona el cuerpo de aquellos miserables que osan desafiarme. En esos momentos, el sol vuelve a brillar sobre mí y me digo: 'Jimmy, ahora sí eres un dios. Mira cómo estos insectos se desvanecen en la nada'".

 

Pero pobre Jimmy, nunca comprendió que cada uno cosecha lo que siembra. Al ser subido a la patrulla policial, nuestros ojos se cruzaron y pude percibir esa sonrisa diabólica impresa en su rostro, como si sus 51 años de vida se resumieran en un macabro símbolo destrucción y desolación.


La soberbia de don Federico

Las palabras fluían de los labios de Don Federico en un frenesí de emociones, mientras la tormenta violenta del amor no correspondido lo envolvía. "Eres como una flor del tiempo, delicada y construida para un único universo", murmuró apasionadamente, su voz cargada de desesperación.

 

Amanda, su fiel confidente, intentaba en vano alentar sus esfuerzos por expresarse. "Don Federico, debes intentarlo", le recordó suavemente, recordándole las palabras de su siquiatra. Sin embargo, el anciano, lleno de furia, respondió con amargura: "Ese payaso solo existe para recetarme medicinas que me sumergen en un sueño sin fin".

 

La conversación continuó mientras Amanda, con determinación, se acercaba a la criada, quien se encontraba limpiando el mueble del televisor. Ella sabía que aquellos somníferos mantenían la calma en su inestable mundo. Pero Don Federico no estaba dispuesto a aceptar esa realidad. "¿Crees que disfruto de esta vida confinada en este sofá, durmiendo todo el día?" protestó con ira.

 

Con furioso arrebato, Don Federico arrojó su libreta hacia el vacío, librando su frustración como una alocada tormenta. La criada, asustada, se refugió rápidamente en la cocina, sosteniendo su mano temblorosa sobre su pecho. Evitando discutir lo ocurrido, era consciente de que mantener silencio garantizaría la continuidad de su trabajo.

 

"¿Acaso quieres regresar a la oscuridad de donde te rescató mi amada María?" rugió Don Federico, luchando por ponerse de pie y llamando repetidamente a Amanda sin respuesta. Mientras, ella permanecía en silencio en la cocina junto a la criada, sabiendo que el silencio era su mejor estrategia para sobrevivir en aquel torbellino emocional.

 

En un acto desesperado, Don Federico dirigió su furia hacia las gavetas de la cocina. Con el rostro desencajado, observó su vasta colección de cuchillos y agarró uno de grandes dimensiones. Su dedo rozó el afilado filo mientras unos oscuros pensamientos invadían su mente. Sin mediar palabra, se cortó el brazo izquierdo, las lágrimas brotando de sus ojos: "¿Por qué, Amanda? ¿Por qué me haces esto?" clamó dolorosamente antes de continuar su macabra danza por toda la planta baja.

 

El jardín trasero, testigo silente de la tragedia que se gestaba, parecía anticipar el fatídico desenlace. En un último intento de supervivencia, Amanda buscó refugio en aquel oasis de tranquilidad. Sin embargo, sus pasos tropezaron con una enredadera traicionera y cayó al suelo, incapaz de escapar a su inminente destino.

 

El tiempo se retorcía en un laberinto distorsionado cuando Don Federico se acercaba implacablemente a ella, cuchillo en mano. Desafiante, Amanda suplicó con voz temblorosa: "Por favor, Don Federico, soy leal a usted y a esta familia. No tengo intención de hacerle daño".

 

Pero todo fue en vano. Empapado en un torbellino de ira y caos, Don Federico se abalanzó sobre ella, el cuchillo centelleando peligrosamente en el aire. Un grito desgarrador se escapó de los labios de Amanda, manchando la noche de tragedia. La vida se desvaneció lentamente de su cuerpo mientras el jardín se teñía de rojo.

 

La criada, testigo impotente desde la ventana de la cocina, llamó rápidamente a la policía. Cuando llegaron, encontraron a Don Federico arrodillado entre los destrozados fragmentos de un antiguo amor, sus lágrimas mezcladas con la sangre de su trágico acto.

 

La mansión, ahora envuelta en un aura de oscuridad, se convirtió en el escenario de una siniestra tragedia. Don Federico fue recluido en un psiquiátrico, prisionero de su propia locura y arrastrado por los demonios de su mente. Amanda, una víctima inocente en esta telaraña de emociones retorcidas, fue recordada por sus vecinos como una víctima de la tragedia que asoló aquella casa ancestral.


Granero de oro

Tal vez me miras de frente y ves el tiempo pasar rápidamente en mis ojos. Ellos son claros y puros, tan cautivantes que cualquier poeta los elogiaría. Yo, el escritor, ayudo al campesino a construir su cabaña en mi laberinto. Soy como una navaja de doble filo, le susurro con voz baja mientras le advierto que no confío ni en mi propia sombra. Ambos sabemos que siempre digo la verdad y, en esta ocasión, me acerco a su cuerpo delgado y le susurro al oído, la calma a mi lado derecho y la justicia a mi izquierda. Él se ríe y continúa construyendo a mis espaldas. El tiempo avanza y dirijo mi mirada hacia la musa que me acompaña en este escenario marcado por el color rojo. Sus ojos tiernos penetran en los míos y puedo leer sus pensamientos. Bajo este hielo de sentimientos abstractos le digo: "tienes razón, la envidia ha consumido sus pocas neuronas". El campesino siempre lleva consigo un clavo para doblar, una mentira para clavar y una carta sucia para mostrar.

 

En ese momento, me adentro en mis pensamientos profundos y me transporto a sus nubes grises, mientras observo su maquiavélico pensamiento a través de sus aterradores ojos. El cínico pretende envenenar a mi media naranja, poniendo en su contra al sagitario. Ella es inofensiva y no tiene la astucia ni la malicia para ver la serpiente que él oculta en su interior. Dentro de él alberga a cientos de demonios, todos crueles. El tiempo pasa y el campesino no sabe nada, no percibe la amenaza que se encuentra en la puerta de su casa, vestida de novia y portando un arsenal de letras, cada una con diferentes colores, sabores y olores.

 

Desconozco cuáles serán las flores que depositará sobre su tumba. Sin embargo, el escritor se prepara para la batalla y entierra en tierra de nadie la bala de acero que lleva en su cintura. Resulta surrealista escucharla ladrar, son dieciséis en total, todas con la misma finura. La luna y las estrellas, bajo el oscuro cielo, son testigos de esta fiesta de plomo. "¿Lo ves? Soy un mago", le digo al vago mientras se retuerce en el suelo, asfixiado por su propia sangre, tan roja como mi justicia y tan feroz como el juicio de Dios. El campesino intenta desesperadamente aferrarse a mis pies y vuelvo a colocar mi nueve milímetros apuntándole, borrando sus sueños y ahuyentando a los cuervos que desean saquear mi granero de oro.


Doña Juana

Esta noche salimos por ti... Mi libro tiene el arte de la cirujana, la apodan Doña Juana. Ella escupe 15 demonios y su rey fuerte duerme en la recámara. Adiós, le doy gracias por la malicia sana que sembró en mi alma. Es más sana que la ciencia que Bruno acaricia. En la calle, todos quieren ser asesinos, es por eso por lo que el día y la noche los abrazan a corta edad. Doña Juana es plástica y sensual. En las manos de Bruno, un joven que tan solo tiene 16 años.

 

—Ella es todo un orgasmo—. Ejecuta Bruno, muy confiado y seguro de sus palabras.

 

Cuando abre su boca y suelta el fuego, el tiempo se paraliza y las súplicas de los supuestos valientes se desvanecen, dejando un rastro quebradizo en los corazones de una familia inocente.

 

Bruno solo tiene en su mente cobrar su dinero. Sus pensamientos ya construyeron su vanidoso camino. Vio una gran cadena de oro colgando de su cuello, vio un Ferrari rojo y, para terminar su vanidad, observaba entre risas cómo las mujeres jugueteaban con él en la cama.

 

Eran las 5:45 de la tarde cuando Bruno decidió salir en busca de su víctima. Se bajó del carro y entró a la cafetería. Caminó hacia el mostrador mientras se acomodaba la gorra y movía ligeramente los hombros, concentrado en buscar con la mirada a Mónica.

 

La joven que atendía estaba ocupada recogiendo una comida que salía de la cocina por una ventanilla. Mientras tanto, la camarera que atendía a los ancianos se acercó a Bruno con su libreta en mano. Le preguntó qué deseaba y Bruno, disculpándose, solo le preguntó por Mónica.

 

La joven movió la cabeza y señaló hacia la cocina. En ese mismo instante, Mónica vio a Bruno a través de la ventanilla de cristal. Sus ojos se abrieron grandes y salió corriendo. Bruno empujó a la joven camarera y salió tras Mónica por la cocina.

 

Cuando llegó a la puerta trasera, Mónica ya estaba arrancando en su carro. El joven atrevido corrió rápido, encendió su vehículo y salió tras ella. Después de un rato, Mónica perdió el control y el carro dio media vuelta, chocando con un árbol.

 

Mónica, ensangrentada y aturdida, salió del vehículo y se adentró en el bosque. Así comenzó una nueva persecución.

 

Los gritos de Mónica no la conocieron, la abandonaron en ese momento tan tenebroso. Sus pasos ligeros por aquel bosque se convirtieron en una pesadilla. Su corazón, a punto de explotar, se combinaba con la risa de su verdugo que venía pisándole los talones. El oxígeno competía con un terreno regado de escombros por la tormenta que había pasado hace una semana. Mónica se desató, trató de buscar oxígeno en aquel bosque húmedo, pero una bala que traspasó su pierna derecha la alcanzó. Ella cayó rápidamente al piso y sus gritos se convirtieron en melodías crónicas para su único y exclusivo anfitrión.

 

La joven, entre el dolor y su angustia, suplicaba que no la matara, que lo que había pasado esa noche fue un accidente. Pero Bruno, cegado por su ego, le respondió que no hay casualidades en esta vida y que, si ella hubiera estado criando a su hija como toda una mujer de familia, su amada Doña Juana no abrazaría su repugnante cuerpo. Sin embargo, no todas quieren el dinero fácil y terminan en un prostíbulo. Bruno, una vez más, apretó el gatillo y la bala atravesó su otra pierna. Mónica aumentó sus gritos y estuvo al borde del desmayo. Bruno se agachó, la tomó del cabello, abrió su boca y colocó su pistola. Mónica hizo un esfuerzo, pero no pudo. La bala fue mucho más rápida que su ignorancia.


Señor mago

Ey preso, siempre ando alerta con la musa encendida. A muchos les ajoro el día, a otros se los apago poniéndoles un sello en su deprimente amistad. Para el entendido soy silencioso y para el ciego un auténtico fanático que estremece como terremoto las visiones en su prisión. Prisionero, ¿de qué me hablas? Pregunto si mi jaula está abierta. ¿Acaso fuiste tú? Ah, eso pensé desde el primer momento en que te vi. Mejor quédate sentado en el inodoro mientras que rompo una pieza alentadora del tango para mis verdaderos amigos.

 

¿Por qué trillan los dientes y dejas que esa cara se ponga arrugada si antes que tú está el nueve? Si sigues mirando bien arriba verás que la saliva empañará tus ojos. Tus desquiciados ojitos marrones. Escucha cómo suenan las palabras en el suelo. Es un sueño frío que no puedes calcular. Tus neuronas te han vuelto a fallar. Lo que pensaste en contra mía ya no está. Yo me lo robé e hice una llave con él y justo ahora mismo estoy caminando hacia tu celda para darte una visita agradable. Pero primero déjame entretener a los demás presos en la emoción de la ilusión dejando una burbuja.

 

Flotando adentro de ella se puede ver a un mago lanzando cartas de fuego al aire. Su cara refleja seguridad, aunque tengo que confesar que sus especificaciones visuales son muy expresivas. Su boca esconde un misterio. A menudo se abre y se cierra con rapidez. Su vestimenta cambia de color. Ambas cosas, al parecer, están bien combinadas. Más en cambio, su diseño es idéntico al de nosotros…Oye preso, asómate a los tubos de acero y observa cómo disfrutan nuestros colegas a tal grado que sus cerebros salen de sus cabezas para bailar este hermoso tango. Tranquilo, es una broma. Sé que no puedes moverte del inodoro.


Glándula  MAESTRA

Siempre ando en mi esquina sigilosa, ella es una Machina y está llena de sorpresas. Mi palabra pesa más de lo que puedas imaginar. La frecuencia es de alto calibre, un voltaje al estilo de la nostalgia. Te deprimo con tan solo mirarte. Soy hijo de Júpiter, mis neuronas siempre están fogosas. Anhelas sentir el instinto de asesino de la energía que transmito. Tu mala fe es un mito. En este tiempo, eso quiere decir que te hundo en el Inframundo de tu podrido mundo. No es casualidad que el universo me regale estos versos. Los tuyos hacia mí están dispersos, como presos guiados por un mal líder, que los llevan al matadero.

 

Mis pensamientos van pisando a los de tu especie. Se convirtieron en un ejército cruel. Sonrisas van y vienen, cabalgan en sus caballos blancos. La sangre de la musa ha bañado sus cuerpos fibrosos en el campo de batalla. Te lo digo sicológicamente, soy consumidor del alboroto nostálgico. Le llaman el terror andante, me dicen rojo por naturaleza. Fui escogido desde antes que se creara la atmósfera. Pensaron con mucha sabiduría el destino que cargaría en la espalda. Balla cruzada me encomendó el arquitecto de esta vida. Ahora disfrutemos, tú y yo, juguemos: tú al gusano y yo al águila. Ya puedes sentirlo, mientras te arrastras por encima de tu lengua. Lo ves, gusano, que no somos iguales. La finura del vuelo es lógica. Observa con precisión y encontrarás la verdad de lo que te mata por dentro. Pero tranquilo, sé que eres un vago y no puedes descifrarlo. Un sabio me dijo: "usa tus ojos y sumérgete en los de ellos y verás qué aura diabólica está en su laguna". No hay prisa ni brisa que se lleve la calma de mi alma. Suspiros de gente necia, que no conocen el amor de mis letras, son los que escucho en la cama. Rima ama con danza y multiplica el color rosa. Te ayudo a entenderlo, gusano. El blanco es la justicia y el rojo mi venganza. El rosa son las flores que llevarán todos esos inocentes, incapaces de ver el camaleón que cubre tu espíritu.

punto y seguido

Aprendí a descifrar el punto y seguido, una forma de conquistar lo perdido en el olvido. Me encontré con este pobre lunático y la lástima lo arrastró por el camino. Me senté a su lado a escuchar todas sus quejas, y todo era deprimente. Le dije que la vida es hermosa, que no hay tiempo para construir sobre la arena, que en la galaxia las estrellas tienen su paraíso. El gran Yo Soy, las hizo pensando en nosotros, es el espejo nocturno, el reflejo invisible en tu conciencia, la luz que quebranta la mañana de tu amanecer.

 

Oye, lunático, el consejo de este cazador, en mi otra vida fui un soldado sigiloso y vi caer a mis enemigos con tan solo un pensamiento. El lamento entró en los corazones de sus familias y ellos me buscaron, tanto que pagaron por mi cabeza. La fuerza de mis palabras no es registrada en la conciencia humana.

 

Hay muchos que me aman y sus versos son piedras de tropiezo en otra dimensión, palabras que el viento arrastra hacia la nada. He aprendido en el camino que despedazar a mis enemigos con mis letras es fantástico, es ser táctico y un asesino sigiloso, lo cual me hace pensar que les tengo que poner un punto y seguido.


Poeta inepto

En un instante, me encontraba allí, como un alma perdida, hipnotizado por el torrente de sangre que brotaba de su cráneo. El sonido resonaba profundamente en mi ser y me provocaba una repugnancia indescriptible al contemplar en qué me había convertido... Fue culpa mía, fue culpa tuya, fue culpa del mundo... ¡Vagabundo! Así lo bautizaron al ángel que lo acompañaba en aquella noche tan negra. ¿Soldado inepto? ¿Obrero sin talento? Las palabras se desvanecen en el aire como hojas marchitas, pero puedo jurarles que no fue culpa mía.

 

Todo recae en ella, en esa Bella que hizo caso omiso a las palabras de los necios que aseguran que dos tontos no pueden vivir juntos. Persistió y esperó a la muerte con ansias, pero la forma en que ésta la buscó no fue de su agrado. Isabella ejecutó su lápiz en el cementerio de los poetas callejeros, dañando la lápida de mármol. En su falta de claridad, se ahogó con su llanto, perpetuando actos salvajes que lo llevaron a sumergirse aún más en sus propias letras. Un poeta deprimido, eso dicen los conocidos. Se pegó un disparo en sus propias entrañas, en el campo y en la ciudad se susurra sobre su desgracia. Un ensayo purgado, lleno de sabiduría, para los poetas que escriben desde sus cómodos sillones. Pero vivir el tormento enloquecedor del autor es un fastidio oscuro, un laberinto insondable de sufrimiento.


Sé quién soy

"Sé quién soy, camino diferente en este mundo. Sé quién soy, aquel que desafió a la depresión y la enfrentó con la fuerza que se me otorgó. Poseo una conexión con los tres seres que supervisan el espíritu que habita este cuerpo pecaminoso. Por eso, vivo imbuido por el vino fino. Hoy me acerco a tu vida para decirte que, si juegas con el fuego, las consecuencias en el camino serán el reflejo de muchos que siguen tus pasos. Ahora te pregunto, ¿a dónde vas, alma mía, escondiendo tu rostro de mi presencia? No existe ciencia que ilumine los pasos que estás dando. Solo yo, el creador del tiempo, hago que la luna brille bajo mis pies y que el lobo, en la noche más fría, entone su canto. 

 

Avanzo con un bastón cruel en la realidad de los corazones malvados. Sus vidas son como películas con un final lleno de terror ante los ojos de aquellos que me maldicen. Ellos desconocen mi favor y por eso los tengo sumidos en la confusión. 

 

La función siempre ha sido gratuita, y para ellos, tengo un mago sentado en una silla con una guitarra, entonando una canción titulada 'La Tierra Temblará y los engullirá'. Aquellos que agonizan gritarán, la locura se vistió con su justicia y envolvió a una gran multitud. Los cuervos recibirán la orden de saciar su hambre, pero cuidado con aquel que se alimente de ellos, pues también morirá."


Solo eres un espejo

Querida Ana, me gustaría que me llevaras a tu cama, que toda esa pasión recorriera mi cuerpo y que tus gemidos encendieran los míos, alumbrando así tu alcoba. Estoy seguro de que esta noche será diferente a las que estás acostumbrada. Tengo mil pensamientos malvados, todos deseando desatar el fuego que posees. Hoy he decidido convertirme en tu dragón, atemorizando tu inocencia y haciendo que el miedo se arraigue en esa única noche. Que las paredes de tu castillo, con su arquitectura perfecta, tiemblen mientras mis labios recorren tu área erótica. Cuando mi lengua saborea tu éxtasis y provoca que tus vellos se ericen. Serán cien los latidos que se entregarán junto a los tuyos. Han asentado doscientos y mi cañón estará listo para darle el golpe de estado.

 

—Ana, no te rías. Solo son palabras de un estúpido enamorado que ni siquiera te ha visto en persona. Hay otro al que le tengo una emboscada preparada, y será toda una odisea. Ana, todavía no lo entiendes. A veces pienso que me desmayo en el silencio de este llanto. Vas marcando el camino de lo vivo y lo muerto en mí. Yo te observo con mis ojos de dragón. Tú, flor muerta, aún no comprendes. Hay vías en tu vida como las del tren que se aproxima a su destino de muerte. Te sonríes con cada payaso que lleva una sonrisa falsa, y eres tan ignorante que te arrastras como una borracha suplicando el amor que lleva ese perro en su boca. Y yo te observo desde las dos esquinas de tu cerebro. Eres tonta y ciega, no sé cuál de las dos encaja en tu dedo de compromiso, y eso para mí es genial. Te mueres porque alguien te tome en serio. Pero sorpresa, doble porción a la tonta, mis ojos de dragón te observan. Ahora toma este consejo y corre hacia un artista del arte como yo y dile que te tatúe encima del corazón estas letras. La precisión de las palabras va más allá de tu segundo de vida.

 

—Ana, despierta, estoy aquí. No puedes ignorarme, soy muy poderoso. No lo olvides.

—Ana, no bajes las escaleras tan deprisa. ¿No ves que puedes caerte y romperte el cuello?

—Ana, Anita, anota. Nadie puede escucharte. Tus padres se fueron de vacaciones, ¿sabes por qué? Porque querían darse un espacio, o sea, salir de ti. Porque no te entienden. Ellos no saben que eres privilegiada, que llevas una carga muy grande. Solo lo fuerte y valiente la resisten y sacan lo mejor de ella. Pero ellos no lo entienden, y tú menos. Así que no grites, me estás reventando los oídos.

—Mírate, cómo estás asfixiada. Los mismos ataques una y otra vez. No puedes respirar, pobrecita. Aún no lo comprendes, Ana. Ya casi tienes 40 años y aún no lo entiendes.

—Te doy una pista, Ana. Mientras peleas con tus propias fuerzas, yo convierto en fuego lo que quiero y en agua lo que deseo. De mi propósito nace el manantial amargo y la sabiduría malvada se extiende por toda la tierra.

—Ana, suelta ese trago de whisky y el teléfono. Hablemos.

—Ups, has arrojado el teléfono y el vaso de cristal contra la pared. ¿Por qué me gritas? ¿Acaso no te gusta mi voz en tu cabecita? No es dulce como el que te creó, es amarga y extremadamente confusa. Ana, das miedo. Mira en lo que te has convertido, ahora eres una fiera salvaje.

—Ana, ¿a dónde vas? ¿A la habitación de tus padres? ¿Qué buscas en esa cabeza? Pero ahí no están, te recuerdo. Ana, las puso en una pequeña cajita negra.

—Vaya, tremendo revólver. Esto va a ser genial, será todo un espectáculo.

—No, no, la sueltes y levántate del piso. Deja de estar llorando.

—Estoy harto, ya deseo salir de tu cabeza. Pero para eso te llevaré a un lugar mágico, donde un solo rey existe. Por supuesto, Ana, ese soy yo. ¿Qué te parece? Terminemos tu película, pero te confieso antes de acabar esta escena que ha sido muy ridícula. Ha sido toda una dramatización. Eres patética, gorda y fea. Llevo dos décadas detrás de ti, día tras día alimentando ese monstruo que manipulo a mi antojo. Y creo que llegó la hora de que seas la protagonista de otra tonta que se suicida por no comprender para lo que fue creada, o sea, tu destino. Ana, se te ha olvidado que Dios te dio libre albedrío y decidiste toda la vanidad que te ofrezco. Ahora bebe de este frasco y desaparece de este mundo. Yo te espero en mi universo, en tu nuevo mundo de fuego. Allí tengo todos los hombres que deseas, que acaricien tu cuerpo.


Mis perros

Reciclo versos para darle un universo a mis enemigos. Conquisto lo perdido de los años pasados. Se siente fresco y pesado al mismo tiempo. El estilo es lo único que tengo para ofrecerle a mis perros y lo tengo muy bien apresado. Ellos lo saben, que mi comando viene de arriba con temor y temblor. Por eso tengo garras que se entierran en metáforas. Es una brújula la semilla sembrada. Son como brujas que hechizan lo desconocido. Mis pisadas son melodías, mientras que tus besos y tus aplausos se espuman adentro de una laguna de mentira.

 

Eres tan falso como cualquier Judas que haya existido en la otra vida de mis ancestros. Es obvio, esto es un nuevo capítulo para mi lector favorito y ando vestido de Armagedón. Sí, quiero que lo sepas. Ando mágicamente en un noviazgo con la musa y ambos estamos calculando cualquier movimiento en falso. Por eso someto a peso sagrado mi don y me pregunto a dónde están esos tontos, pero me detengo y miro bajos mis pies. A mi vida llegan extraños con su mundo falso, pero es raro. Todo en ellos está al revés. Sus pies en sus cabezas y sus cabezas en sus pies y en un abrir y cerrar de ojos sacudo el polvo sobre ellos y de pronto sucede un asalto.

 

Mis perros se han encargado del asunto. Ellos tienen poco tacto a la hora de apoderarse del botín. Mis perros tienen piel de rinoceronte, dientes de dinosaurios, rostro humano, ojos de águila y sus corazones son de dioses inmortales. Sus ladridos claramente dicen peligro, pero en medio de esos extraños ha nacido una supuesta valiente. En su mano derecha carga la daga de la muerte. Una capucha negra envuelve su cuerpo. Sus ojos son dos volcanes. La lava ha desfigurado su rostro. Sus pies son dos calaveras de dos reyes del inframundo. Claramente se ve que es una guerrera caprichosa, pero esperen, no se vayan de prisa. La muy cínica decidió abrir su vestidura y de adentro de ella salen sus amigos y vienen de prisa hacia mí y me rodean. Ella y sus amigos me tentaron y lo vieron todo a través de mis ojos y supieron que sus vidas estaban en peligro. Intentaron escapar y no pudieron. No acataron el consejo de los casquillos regados en el barrio de su mundo. Es un despojo el que camine a mi lado. Mi fiel amigo ahora es quien conduce mis pasos. Soy mucho más poderoso ahora que tengo sus bienes y hacen de mi ego, y el de mis perros, un lunático fuego.


Él cuida lo mío

Mis aves surcan el firmamento, dejando un rastro de fragancia en su vuelo. Su noble aroma es amado, embriagando mi ser. Pero mis pupilas se encuentran adoloridas y debo derramar lágrimas para limpiar mi alma. Camino por encima de las heridas y en la penumbra, escribo una poesía. Si el sol brilla en el horizonte, aprovecho su cálido abrazo. Si es la noche la que gobierna, la luna danza en mi conciencia. Soy sabiduría encarnada, una pieza hermosa en la inmensidad de la naturaleza humana.

 

Soy como un diamante pesado de cargar, buscado por los ladrones de estilo. Pero para esos necios, tengo un león celoso que guarda mis tesoros. Yo, el escritor rojo, me cuestiono en medio de este paraíso terrenal: ¿puede una simple palabra medirse con el corazón insensato? Fue entonces que el león que protege lo mío, abrió su majestuosa boca y me respondió: los hombres en su arrogancia creen ser perfectos, alimentando su ego en lo más alto de su fortaleza. Pero no ven cómo la desgracia se cuela por la ventana de sus almas, pues ella ya está allí desde su nacimiento. Sin embargo, solo Dios tiene la llave de esos corazones y, si así lo desea, pueden ser liberados del lazo del diablo. (2 Timoteo 2:25-26)


El depredador

Me encontré con tu mirada desnuda, pero no era la que Dios había creado. Estaba maltratada, lastimada y agobiada, con su espíritu sucio y salado. Me pregunté si las lágrimas eran culpables. En mi sano juicio, respondí que merecían ser ejecutadas y quitadas de su propósito. Me digo a mí mismo, qué vida nos ha tocado, ahogándome en el mismo llanto que has arrastrado hacia mi mundo.

 

El dolor es poderoso en los humanos, es una transición que arrastra y ciega la mente de los sentimientos vivos. Tal vez mañana no sea un día feliz para muchos, pero para otros como tú y yo, la gravedad de la gracia divina nos regala una triste esperanza al final de ese túnel tan tenebroso. Es penoso despertar con ese monstruo acosador y enfrentarlo. Es cosa de locos cuando miramos en ese instante al cielo y vemos que no hay nubes, que no hay sol y que todo está gris. Pensamos que estamos solos, qué fastidio, qué delirio, qué miedo sentimos en ese momento.

 

Tomar la única solución parece estar allí, con una pistola, una navaja, una cuerda y un frasco de pastillas. Y una voz se escucha tan lejos que se hace difícil identificar, pero ahí está. Cada día, enfrentando a ese monstruo, muchos logran identificarlo y lo llaman Jesús. Encuentran su último respiro. Hay otros que simplemente no pueden, tienen temor de cruzar ese túnel y el monstruo termina devorándolos, no solo a ellos, sino a toda su descendencia.

 

Así es ese monstruo, siempre tiene hambre y sabe que, en esa cadena familiar, su veneno llamado depresión, se ha regado como un virus.


Palacio de seda

Hola, ¿qué tal princesa? He venido a confesarte la verdad en un secreto. No soy muy diestro hablando, te lo advierto. No quiero que te lleves una mala impresión de este jugador, pero me encanta poner mis pensamientos a caminar encima del globo terráqueo. ¡Ja, qué locura para muchos! ¡Qué crimen para otros! ¡Qué placer para mí! Así habla el corazón de este guerrero. Venga, caminemos por este hermoso pasillo cristalizado hasta llegar al comedor donde nos sentaremos en una mesa de 25 sillas y abriremos juntos el cielo. Por cierto, mi reina, ése es mi número favorito. Me alegra mucho ver esa sonrisa cautivadora en ese rostro pálido, pero más me alegra ver en esos ojos brillosos de colores cómo se esconde el miedo. Sí, mi reina, no mires con esa cara de fúnebre. Quiero que sepas el tipo de lector que soy. Puedo entrar al universo que a mí me plazca. Soy mucho más que un mago. Mis ilusiones son realidades. Bienvenida a mi palacio de seda.


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