DOÑA JUANA

Esta noche salimos por ti… Mi libro tiene el arte de la cirujana; la apodan doña Juana. Ella escupe 15 demonios y su rey fuerte duerme en la recámara. A Dios, le doy gracias por la malicia sana que sembró en mi alma. Es más sana que la ciencia que Bruno acaricia. En la calle, todos quieren ser asesinos; es por eso por lo que el día y la noche los abrazan a corta edad. Doña Juana es plástica y sensual. En las manos de Bruno, un joven que tan solo tiene 16 años.

—Ella es todo un orgasmo—. Ejecuta Bruno, muy confiado y seguro de sus palabras.

Cuando abre su boca y suelta el fuego, el tiempo se paraliza y las súplicas de los supuestos valientes se desvanecen, dejando un rastro quebradizo en los corazones de una familia inocente.

Bruno solo tiene en su mente cobrar su dinero. Sus pensamientos ya construyeron su vanidoso camino. Vio una gran cadena de oro colgando de su cuello, vio un Ferrari rojo y, para terminar su vanidad, observaba entre risas cómo las mujeres jugueteaban con él en la cama.

Eran las 5:45 de la tarde cuando Bruno decidió salir en busca de su víctima. Se bajó del carro y entró a la cafetería. Caminó hacia el mostrador mientras se acomodaba la gorra y movía ligeramente los hombros, concentrado en buscar con la mirada a Mónica.

La joven que atendía estaba ocupada recogiendo una comida que salía de la cocina por una ventanilla. Mientras tanto, la camarera que atendía a los ancianos se acercó a Bruno con su libreta en mano. Le preguntó qué deseaba y Bruno, disculpándose, solo le preguntó por Mónica.

La joven movió la cabeza y señaló hacia la cocina. En ese mismo instante, Mónica vio a Bruno a través de la ventanilla de cristal. Sus ojos se abrieron grandes y salió corriendo. Bruno empujó a la joven camarera y salió tras Mónica por la cocina.

Cuando llegó a la puerta trasera, Mónica ya estaba arrancando en su carro. El joven atrevido corrió rápido, encendió su vehículo y salió tras ella. Después de un rato, Mónica perdió el control y el carro dio media vuelta, chocando con un árbol.

Mónica, ensangrentada y aturdida, salió del vehículo y se adentró en el bosque. Así comenzó una nueva persecución.

Los gritos de Mónica no la conocieron, la abandonaron en ese momento tan tenebroso. Sus pasos ligeros por aquel bosque se convirtieron en una pesadilla. Su corazón, a punto de explotar, se combinaba con la risa de su verdugo que venía pisándole los talones. El oxígeno competía con un terreno regado de escombros por la tormenta que había pasado hace una semana. Mónica se desató, trató de buscar oxígeno en aquel bosque húmedo, pero una bala que traspasó su pierna derecha la alcanzó. Ella cayó rápidamente al piso y sus gritos se convirtieron en melodías crónicas para su único y exclusivo anfitrión.

La joven, entre el dolor y su angustia, suplicaba que no la matara, que lo que había pasado esa noche fue un accidente. Pero Bruno, cegado por su ego, le respondió que no hay casualidades en esta vida y que, si ella hubiera estado criando a su hija como toda una mujer de familia, su amada doña Juana no abrazaría su repugnante cuerpo. Sin embargo, no todas quieren el dinero fácil y terminan en un prostíbulo. Bruno, una vez más, apretó el gatillo y la bala atravesó su otra pierna. Mónica aumentó sus gritos y estuvo al borde del desmayo. Bruno se agachó, la tomó del cabello, abrió su boca y colocó su pistola. Mónica hizo un esfuerzo, pero no pudo. La bala fue mucho más rápida que su ignorancia.

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