ÉL CUIDA LO MÍO
Mis aves surcan el firmamento, dejando un rastro de fragancia en su vuelo. Su noble aroma es amado, embriagando mi ser. Pero mis pupilas se encuentran adoloridas y debo derramar lágrimas para limpiar mi alma. Camino por encima de las heridas y en la penumbra, escribo una poesía. Si el sol brilla en el horizonte, aprovecho su cálido abrazo. Si es la noche la que gobierna, la luna danza en mi conciencia. Soy una sabiduría encarnada, una pieza hermosa en la inmensidad de la naturaleza humana.
Soy como un diamante pesado de cargar, buscado por los ladrones de estilo. Pero para esos necios, tengo un león celoso que guarda mis tesoros. Yo, el escritor rojo, me cuestiono en medio de este paraíso terrenal: ¿puede una simple palabra medirse con el corazón insensato? Fue entonces que el león que protege lo mío, abrió su majestuosa boca y me respondió: los hombres, en su arrogancia, creen ser perfectos, alimentando su ego en lo más alto de su fortaleza. Pero no ven cómo la desgracia se cuela por la ventana de sus almas, pues ella ya está allí desde su nacimiento. Sin embargo, solo Dios tiene la llave de esos corazones y, si así lo desea, pueden ser liberados del lazo del diablo. (2 Timoteo 2:25-26)
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