SEÑOR MAGO

Ey preso, siempre ando alerta con la musa encendida. A muchos les ajoro el día, a otros se los apago poniéndoles un sello en su deprimente amistad. Para el entendido soy silencioso, y para el ciego un auténtico fanático que estremece como terremoto las visiones en su prisión. Prisionero, ¿de qué me hablas? Pregunto si mi jaula está abierta. ¿Acaso fuiste tú? Ah, eso pensé desde el primer momento en que te vi. Mejor quédate sentado en el inodoro mientras que rompo una pieza alentadora del tango para mis verdaderos amigos.

¿Por qué trillan los dientes y dejas que esa cara se ponga arrugada si antes que tú está el nueve? Si sigues mirando bien arriba, verás que la saliva empañará tus ojos. Tus desquiciados ojitos marrones. Escucha cómo suenan las palabras en el suelo. Es un sueño frío que no puedes calcular. Tus neuronas te han vuelto a fallar. Lo que pensaste en contra mía ya no está. Yo me lo robé e hice una llave con él y justo ahora mismo estoy caminando hacia tu celda para darte una visita agradable. Pero primero, déjame entretener a los demás presos en la emoción de la ilusión, dejando una burbuja.

Flotando adentro de ella se puede ver a un mago lanzando cartas de fuego al aire. Su cara refleja seguridad, aunque tengo que confesar que sus especificaciones visuales son muy expresivas. Su boca esconde un misterio. A menudo se abre y se cierra con rapidez. Su vestimenta cambia de color. Ambas cosas, al parecer, están bien combinadas. Más, en cambio, su diseño es idéntico al de nosotros… Oye preso, asómate a los tubos de acero y observa cómo disfrutan nuestros colegas a tal grado que sus cerebros salen de sus cabezas para bailar este hermoso tango. Tranquilo, es una broma. Sé que no puedes moverte del inodoro.

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